BUSCAR

Educación superior y pedagogía

Cuando se habla de modelos pedagógicos generalmente se piensa en los procesos de la educación básica, donde la forma en que se aborda el aprendizaje es casi más importante que los contenidos señalados en los currículos escolares. Es claro que la formación intelectual de los niños y adolescentes está profundamente relacionada con los diversos momentos del desarrollo evolutivo, las condiciones ambientales y culturales y los procesos emocionales que se van configurando en los primeros quince años de vida.

 

Durante este tiempo los seres humanos deben recorrer un largo camino de descubrimiento de sus capacidades, intereses y talentos, que se van enriqueciendo con la adquisición gradual de habilidades de carácter práctico, intelectual y social que permiten la definición de una identidad y la posibilidad de establecer proyectos de vida autónomos. Este proceso será más exitoso cuando los modelos que se establezcan en la educación primaria y secundaria sean más flexibles, estimulen la curiosidad, permitan explorar más formas de aproximación a la realidad y promuevan el aprendizaje autónomo y la autodisciplina.
Por el contrario, aquellos modelos tradicionales basados en la homogeneidad, el premio y el castigo, la calificación como recompensa externa y la disciplina proveniente de la autoridad tendrán menos posibilidad de formar individuos capaces de establecer sus propios retos y desarrollar un pensamiento crítico que los aproxime a las disciplinas científicas, el liderazgo social o a la proyección política.
Esto se sabe desde hace siglos y hay una gran cantidad de estudios que incluyen a pensadores como Rousseau, a neurocientíficos como Gardner, sin olvidar que de esto se ocuparon también Aristóteles, Max Weber e innumerables filósofos y políticos de todo el mundo. La educación de los niños y los jóvenes es la base ineludible del proceso de humanización y de consolidación de las culturas. Por eso el asunto de la pedagogía, es decir, de qué debe transmitirse a las nuevas generaciones, cómo hacerlo y a cargo de quién debe estar semejante tarea es un asunto central de la política.
En el mundo actual, cuando la principal riqueza de los países descansa en el conocimiento, debería darse a la pedagogía en la educación superior una importancia similar a la que ha tenido en la educación básica. En nuestro medio son escasísimos los estudios sobre la forma en que el conocimiento circula en el mundo universitario y la inmensa mayoría de los profesores no hacen ninguna reflexión crítica sobre sus métodos de enseñanza. Tenemos tasas de deserción cercanas al 50 por ciento y muchas de nuestras universidades denotan pobres resultados en la calidad de los profesionales que obtienen su título. Esto para no mencionar las limitaciones del país en producción de ciencia y tecnología.
Desde luego, hay muchos factores culturales, económicos e institucionales que inciden en el desarrollo de estándares de alta calidad y que son objeto de importantes estudios recientes. Sin embargo, el factor pedagógico apenas si se menciona.
El aprendizaje de las ingenierías, las ciencias básicas o las ciencias sociales en niveles avanzados, en un entorno mundial cada vez más exigente y complejo, requiere algo más que conocimiento disciplinar de los grupos profesorales. Se requiere, además, explorar en profundidad la forma como ese aprendizaje se produce y se comunica en un contexto marcado por el desarrollo de las tecnologías de la información.
Muy sugerente, en este sentido, es el libro de Ken Bain titulado Lo que hacen los mejores profesores universitarios, que recoge un importante conjunto de investigaciones recientes en los Estados Unidos. Algo similar deberíamos impulsar entre nosotros, especialmente en aquellas instituciones donde llegan los estudiantes que han tenido menos oportunidad en etapas previas.




Francisco Cajiao, 04 de Noviembre del 2014; El Tiempo

No hay comentarios.:

Publicar un comentario